viernes, 21 de junio de 2013

LA ÚNICA LEY EDUCATIVA



Los políticos deciden los tiempos, los nombres, las formas, la selección y la organización de los  diversos elementos educativos que conformamos esta gran comunidad, es decir, lo que no hace muchos años llamábamos LOGSE, ahora LOE y que en unos pocos años llamaremos LOMCE, no deja de ser eso, unas siglas que dan cuerpo a un contenido más o menos acertado, según quien lo analice.
Sí, ya sé que bajo unas u otras, subyacen múltiples y diversos intereses, de acuerdo, no es lo mismo ni en el fondo ni en la forma. Pero no es mi intención hacer un análisis pedagógico de los elementos curriculares y sus cometidos.
Desde aquí reconozco, que lo único que me ha empujado a escribir unas líneas en nuestro periódico, es poner de relieve lo realmente importante de nuestra profesión, y que a mi juicio, es precisamente, lo olvidado, lo nunca mencionado en leyes anteriores, ni explícita ni implícitamente, y que mucho me temo, no van a recoger las que están por venir.
Y no lo van a recoger entre otras cosas, porque no se puede legislar, no se puede trasmitir bajo ningún decreto, ni lo recoge ninguna editorial y además, no se enseña en ninguna facultad.
Esto de lo que hablo, como bien he comprendido este año, sólo se aprende, si algún día tienes suerte y por capricho del destino, acabas con tu maleta de maestro en un COLEGIO que entiende que la educación se escribe y se vive en las trincheras de las aulas, en las horas no remuneradas, en la comprensión de los alumnos y alumnas, en la escucha de los padres, en la cooperación de los compañeros y compañeras, en la colaboración desinteresada e incluso, en las comidas compartidas, donde siempre se acaba con el mismo tema, “MIS ALUMNOS Y ALUMNAS”. Y tantos y tantos momentos que bien conocen mis COMPAÑEROS Y COMPAÑERAS de La Vallina, que sin pretenderlo me han transmitido cada día.
Esta “magia de la escuela”, aparece en esos colegios desde el mismo momento que entras por la puerta. Respiras un aire diferente; en la sala de profesores; en los claustros; en las conversaciones de los pasillos; en cada rincón; en cada pared; cada poro pétreo del edificio te va envolviendo en ella haciéndote partícipe del compromiso; del esfuerzo; del sacrificio; de la exigencia; del conocimiento; en definitiva, de la seriedad que requiere LA EDUCACIÓN.
Este año puedo afirma sin equivocarme, que he formado parte de uno de esos colegios y que he percibido desde el primer minuto su magia.
Por eso creo, que he aprendido más que he enseñado, he aprendido que quiero parecerme a ellos y sobre todo a ellas, he aprendido que hay cosas que las leyes, se llamen como se llamen, no enseñan, y sin embargo, resultan imprescindibles para asentar las bases del desarrollo humano.
Gracias a mi paso por el CEIP de La Vallina, hoy me siento un poco más maestro, sé que esto no da puntos en las oposiciones, pero ¡qué alegría da cuando tus colegas, alumnado, padres y madres te sonríen y reconocen tus esfuerzos! y sobre todo, perdonan tus carencias (que no son pocas)
Ahora que ya acaba el curso, y sin saber que pasará mañana, quiero agradecer a toda la familia de La Vallina la impronta tan agradable e imborrable que han dejado en mí, gracias de todo corazón y un abrazo a compañeros y compañeras; alumnos y alumnas; padres y madres. ¡HASTA PRONTO!
 “Educar es como sujetar una pastilla de jabón: si aprietas mucho sale disparada, si la sujetas con indecisión, se escurre entre los dedos”
P. D.: Esta frase la descubrí mientras tomaba un café en la sala de profesores del CEIP de La Vallina – Luanco.

Roberto Gutiérrez

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